Por: Freddy Parra
Como en toda ciudad, hay quienes nacieron, cumplieron su función y padecieron. Si su misión fue trascendental, su ceniza se convierte en el mejor abono para el campo de batalla de los virtuosos; y si su cometido no fue sustancial, su alma y corazón se encuentran reducidos a un puñado de polvo negro dentro de un sarcófago.
En este 2020, se conmemora 124 años de lucha heroica de los cuencanos, en contra de lo inmoral que empezaba a sobrevenir en la época, sí, el liberalismo. A finales del siglo XIX, se empezó a escuchar murmuros por los rincones de la ciudad, mismos que eran entonados con desesperación, el miedo poseía a los cuencanos, se encontraban meditabundos ante lo que se venía, era Alfaro con sus tropas sombrías, con combatientes armados que por donde pasaban dejaban, miedo, sangre, y algo peor que eso; su ideología.
Ante la calígine que se posaba en la ciudad, ante el escenario poco esperanzador que se evidenciaba en los cuencanos, salió un grupo de hombres dignos, con prosapia de hidalguía moral, a defender Cuenca. Esos grandes hombres, designaron como caudillo al coronel Antonio Vega Muñoz, quien encarnará ese valor y dignidad de sus ciudadanos, llevando el estandarte contrarrevolucionario que hará frente al militarismo ideológico liberal.
Alfaro, quien es poseído por el temor quijotesco que emanaba la morlaquía, da inicio a un plan desesperado y conforma un ejército en el cual, se enlistan sus soldados más hábiles para alejar al adalid cuencano y condiscípulos de fe, por lo que se ve obligado a conglutinar una cifra mayor a los 4000 hombres.
En Cuenca, se arma un popurrí de ciudadanos, quienes no solo velan por la victoria, sino por el bien de la ciudad; por ende, se enlistan en las líneas conservadores antiliberales, altivos personajes entre ellos: Alberto Muñoz Vernaza, Moisés Arteaga, asimismo, hay una coalición con estudiantes osados de secundaria, que ven su edad como un ilusorio número que parece insignificante cuando hay algo de por medio más importante, como lo es exterminar a un grupo de estrafalarios sectarios que quieren apoderarse de la ciudad, además, se adhirieron los batallones femeninos de “Cholas y bolsiconas” dirigidas por San Juan sin Cruz, la Muele Vidrios, la Chiva Negra y la Chispoleta, en sus filas sobresalió Manuela Bahamonde, más conocida como la zapatera, Josefa Carrera, Rosario Crespo una indígena que llevaba el apellido de su patrón. Fueron mujeres que luchaban por lo etéreo, y que la muerte pasaba desapercibida ante sus ojos, cuando su lucha era por algo de copiosa importancia, la fe católica y la ética de todo un pueblo conservador.
Entre la sombría y helada noche del 21 de agosto, se siente la presencia de lo deleznable, era Alfaro, que abriendo fuego al aire que lo cobijaba, anunciaba su arribo, los batallones de Vega que con avidez esperaban el momento, salen dispuestos a la lucha aquel 22 de agosto de 1896 con algazaras lanzadas al viento que decían:
A las armas; ¡valientes azuayos!
dejad todos familia y hogar,
que la Patria se encuentra en peligro
y es preciso a la Patria salvar.
No miremos apáticos, fríos,
su glorioso y feliz porvenir;
nuestro lema es librarla de oprobio,
y furioso vencer o morir.
Hoy Alfaro y su secta nos retan,
este insulto sabed contestar;
que a los bravos y nobles cuencanos
no les hace el peligro temblar.
¡Compatriotas, si es tal nuestra dicha
que muramos con honra y valor,
nada importa perder nuestra vida:
¡Dios y Patria es insignia de honor!
Los cuencanos, con tropas seis veces menor a las de Alfaro, y con armamento precario, hicieron frente a la muchedumbre alfarista que contaban con más de 700 esmeraldeños. De parte y parte aguardan impávidos la embestida, empieza la lucha y el ejercito del litoral no pasó de las 50 sobrevivientes, impertérritos, la batalla continúa, fuerza y admiración ante tan excelsa lucha que se llevaba a cabo, las tropas alfaristas con desdeño intentan entrar a tierras morlacas para implantar despóticamente su pensamiento decadente. Tras 26 largas horas, culmina la contienda, la cual mantuvo un número de cuerpos exánimes que sobrepasaron los 1.500 en ambos bandos, 1200 del bando adverso.
Alfaro entra a Cuenca, ciudad en la que le demostraron todo, menos respeto, a excepción de sus lacayos, entre ellos: José Peralta, Manuel J Calle, Manuel Eugenio Carrasco Tamariz, Abelardo J. Andrade, José Mora López, entre otros.
Aquellos “hombres” que no hicieron más que pantomimas para agradar a Alfaro, deben permanecer en la conciencia ciudadana como pérfidos, taciturnos e impasibles que de la mano llevaron a Cuenca a la degradación y ruina e hicieron cavar su propia tumba, en donde enterraron los valores que pululaba en la ciudad, previo a la contienda.
El italiano, Enrique Festa, tras lo ocurrido, menciona lo siguiente “El liberalismo ganó una batalla, pero no la guerra; ya que Cuenca, continuó siendo un fortín conservador”.
Ni los dramaturgos empedernidos en la perfección de sus obras, han plasmado en sus guiones una batalla magnánima como la de aquel 22 agosto de 1896, en donde un pueblo impulsado por la fe católica se unió y se tildó de hermético ante lo abyecto de un personaje que, a fin de cuentas, terminó arrastrado y quemado.
En consecuencia, las luces protectoras del Espíritu Santo, siempre estuvieron presentes en cada lucha de los cuencanos, que no fue solamente física, sino espiritual, en donde la reyerta armada no se dio por vanas ideologías; sino a favor de esta excelsa obra magna que Dios ha creado, en este caso, un pueblo netamente Católico, que ciertos idearios sectarios creyeron haberlo “enterrado”, sin saber que eran semilla y que crecerían vigorosos para continuar en pie de lucha ante las barbaries que se dan en contra de la fe. Estos combates están en función de inspiración y motivo predilecto para futuras faenas heroicas que se desborden de los profundos veneros del espíritu del catolicismo latente en este Ecuador consagrado al Corazón de Jesús e Inmaculado Corazón de María, debemos usar ese ejemplo del pasado glorioso y no dar paso a los ideales actuales que eufemísticamente se disfrazan de “progreso”.
<<Exurge domine et judica causam tuam…>>
<<Levántate, oh Dios, a defender tu causa…>>
Salmo 74:22
FREDDY PARRA
DATUM CONCHAE, DIE II, MENSIS NOVEMBRES, ANNO DOMINI CURRENTIS MMXX.
Referencias:
Borrero, M. (1957). El coronel Antonio Vega Muñoz. Cuenca,Ecuador. Editorial Austral de G Molina & Cía.
Cordero, J. (2018). Historia de Cuenca y su Región 1895 – 1957. Desde el liberalismo hasta el cuarto centenario de su fundación. Cuenca,Ecuador. Gráficas Hernández
Peralta, J. (1911). El Régimen Liberal y el Régimen Conservador. Quito,Ecuador. Escuela de Artes y Oficios.
Gracias por tan buena narracion de hechos históricos que enaltecen a los Cuencanos..y hacen sentir orgullo santo de que sean parte nuestra amada Patria el Ecuador Católico.