Gabriel García Moreno y su trágica inmolación. ¿Quiénes fueron sus infames asesinos?

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Por: Freddy Parra

Gabriel García Moreno, un personaje admirado por muchos quienes hemos tenido el fortunio de estudiar minuciosamente su trayectoria, digna de un personaje epopéyico, así mismo, difamado por aquellos estólidos, que basan su minúsculo bagaje cultural, en un paupérrimo filme o en un par antecedentes memorizados en las aulas de clase, privándose del cuestionamiento y cayendo así en la llamada “obediencia ciega” que plantea un conocido filósofo llamado Baruch Spinoza.

     Antes de ahondar sobre la matanza de aquel 6 de agosto y sus protagonistas, es meritorio subsumir ciertos datos que el promedio desconoce sobre el ex. presidente, pues la historia está plagada de pocas verdades por cada mil mentiras.

     Gabriel García Moreno, inició el  diario el telégrafo, hizo las primeras pruebas de electricidad en el país, inició con la construcción del ferrocarril (Alfaro fue quien lo finalizó), hizo el mejor observatorio astronómico de todo Hispanoamérica, fijó los símbolos patrios, fue el encargado de afrancesar la arquitectura ecuatoriana, trajo a los Jesuitas quienes eran los catedráticos más avanzados que tenía Europa, en aquellos tiempos solo habían abogados y médicos, así que introdujo las demás carreras para hacer del Ecuador un país más próspero, con García Moreno fue obligatorio que niños y niñas se eduquen, no había exclusión hacia nadie. ¡Ese es García Moreno!

     Gabriel García Moreno, un férreo católico que, por sus faenas de fe, fue odiado por aquellos impíos e inmorales sectarios, que se jactan de ser “hombres de buenas costumbres”, ¡claro!, de puertas hacia dentro, pero hacia fuera, atacan cual pusilánimes por la espalda, esos mismos disolutos que en su fatua imaginación, conciben que matando la materia, destruirán el pensamiento, por eso nos hemos visto en la obligación de citar sus proféticas palabras “las ideas no mueren jamás, ellas avanzan con el tiempo, se desarrollan con la persecución; y más fuertes y vigorosas, después de haber vencido los obstáculos, vuelven a reaparecer y al fin, triunfan”.

     Como ya es sabido, un estado teocrático y un gobierno férreo defensor de la fe, son los peores enemigos para los amantes del libertinaje y la inmoralidad, Gabriel García Moreno cumplía con lo ya mencionado, ganándose muchos adherentes, así mismo, algunos antagonistas tanto locales como extranjeros, mismos que ante el odio emanado hacia el mismo, lo lisonjearon varias veces.

     ¿Quiénes fueron los infames asesinos? Ahora desglosaré el nombre de los principales, con una breve reseña, no con el afán de que sus nombres se inmortalicen, sino para que sean identificados y expuestos ante la palestra de la vergüenza histórica.

     Manuel Polanco. – Libertino y pesado con sus bromas chabacanas, amante indiscutible de las deudas, se resigna cual plebeyo ante su majestad García Moreno, para que adule a su favor y de esa manera conseguir la aceptación de los Jesuitas. Ingresó con el único fin de que éstos le ayudasen a pagar las deudas, cosa que no pasó, y fue obligado a graduarse como Dr. en jurisprudencia para que él mismo abogue por su ocupación de deudor.

     Fue un vigoroso partidario del presidente Moreno, años después, se convertiría en un pérfido cabecilla de la inmolación, reclutó a varias personas ofreciéndoles abruptas cantidades de dinero, pero, ustedes se cuestionarán ¿de dónde iba a sacar dinero si era un hombre deudor? La respuesta es simple, nunca les pagó, llevándose a su fiel amiga “las deudas” consigo a la tumba.

     Abelardo Moncayo. – Nacido en Pasto, de padres ecuatorianos, prolijo orador, de joven usaba el vocablo español para adornar el oído de su audiencia con alabanzas a Santa Mariana de Jesús.

     García Moreno lo cita en la casa presidencial al ver sus aptitudes comunicativas, le guardaba mucha estima, por lo que le ofrece la dirección de la escuela de Santa Prisca o la de Guangacalle y no solo eso, el sueldo que iba a obtener era dos veces y medio mayor al de su trabajo actual. Pero éste ser, rechaza el ofrecimiento y con venablos en su boca menciona lo siguiente “Esto es una burla a mi miseria decorosa. […] Me vengaré. […] juro que veré rodar por el suelo a este Júpiter tonante”. (Dominguez, 1961, pág. 81)

     No se sabe aún el motivo del odio al presidente, cuando éste siempre lo vio con buenos ojos y dispuso su confianza, pero bueno, se ve que los liberales del siglo XIX fueron cortados con la misma tijera, observando la perfidia ideología rimbombante de la época, llevándole así, a formar parte del grupo subversivo de aquel 6 de agosto.

     Roberto Andrade. –  Desde temprana edad, fue un psicópata sin manicomio, plasmaba garabatos que simulaban el arquetipo de Gabriel García Moreno o de sus profesores asesinados, degollados. Desde niño hasta la universidad fue un muchacho indocto. Después de cometer el asesinato al presidente, corre en faldas simulando a una fémina, para no ser reconocido el “muy osado”. Ante cualquier liberal o masón como Eduardo Lavergnac mostraba valentía y se jactaba de sus hazañas de asesino, valentía que en 1894 se le acaba y menciona lo siguiente “Sí, cometí un crimen matando a García Moreno, […] Fui víctima de un error y queriendo liberar a mi patria cometí un crimen del cual me arrepiento”. (Loor, 1966, pág. 104)

     Trabajó para el liberalismo (que tanto anhelaba) y fue objeto de burla para Alfaro el cual lo llamó sodomita, por sus faenas de “libertad”, en una de las cartas del Gral. Leonidas Plaza envía al Dr. Elías Troncoso en 1918 decía así “[…] a nadie despreció tanto el General como a Roberto; y en nada fue más constante que en este desprecio”.

     Si hasta ahora ya parecía deleznable Andrade, en 1910 cuando Perú atacaba nuestros derechos territoriales, se descubrió un complot de la masonería peruana y quien había estado remitiendo información militar de nuestro país, no era nada más que el señor Roberto Andrade. Si algo hay que recordar del Sr. Andrade, es que fue un traidor al pueblo, a la patria y a sus ideales.

     Manuel Cornejo. – Férvido partidario de García Moreno, fue su servil. Él quería un cambio dentro del país, pero no concebía el asesinato como una opción, se solía cuestionar ¿para qué matarlo? De inmediato Andrade respondía con sinceridad “estando vivo García Moreno, nadie se mete en una revuelta”. No obstante, la inquietud que pulula en la cabeza de los lectores será ¿cuál fue el motivo de la alevosía, si éste era un católico y seguidor acérrimo de García Moreno? Pues fue pervertido por las bellezas ficticias de lo inmoral que sobrevenía de la época, sí, el liberalismo, que lo llevó a planear el asesinato, siendo apodado por Wilfrido Loor como Judas con el arrepentimiento de Pedro.

Su familia le dio lo más digno que podía merecer, ¡su rechazo!, fue la deshonra en casa, tanto su madre como sus hermanas eran honorabilísimas garcianas y no creían del ser que habían criado.

     Faustino Lemus Rayo: Colombia lo vio nacer y morir en vida, menciono aquello, por su insidia que le obligó a traicionar a su ciudadanía granadina años posteriores. Fue un hombre impulsivo, amante de la discordancia, enemigo de la paz. Militó en las líneas conservadoras de García Moreno, que lo llevó a combatir cual enemigo a su patria en Cuaspud.

     Tras la amistad que guardaba con el presidente, éste para facilitar el comercio entre oriente y sierra lo envía como jefe de escolta a Napo (no como gobernador), al llegar al oriente el Sr. Faustino empieza un despotismo inimaginable en contra de los indígenas, los azotaba públicamente (de 50 a 200 latigazos), les vendía toda clase de abarrotes a precios abruptos, les censuró la asistencia a misa, para que de esta manera aquellos indios no puedan contar sus carencias y flagelaciones al Sacerdote. El Padre Fonseca anonadado ante tanta injusticia inhumana  comenta a García Moreno, quien en defensa de los indios obliga a Faustino a abandonar Napo y su puesto, cabe recalcar que el odio no nació por un inconveniente pasional como proclaman aquellos iletrados que han leído un par de libros, el problema y la poca enemistad subyace en la prohibición de la usurpación a indios en el oriente, no obstante, la amistad continuaba, es más, en la mañana del 6 de agosto (día del asesinato) García Moreno lo visita en su casa; porque le había solicitado una silla de montar que usaría su hijo, el cual iba a desfilar en caballo el 10 de agosto.

     La perversión de Faustino es tan grande que lo saluda minutos antes de descargarle los 14 machetazos. Pero, ¿es que acaso se puede esperar algo bueno de quien en su inicio traicionó a su patria y años después traicionaría a su amigo por un par de monedas?

     Juan Montalvo. – Uno de los tantos de la época que tenía acceso a la pluma y al papel, que pasa desapercibido ante García Moreno. Montalvo padecía de varios vicios, uno de ellos la deuda, el otro, el más preocupante, el de ser un hedonista sin memoria, su carencia de moralidad le obliga a copular con varias mujeres, cuando ellas daban a luz al fruto de su vientre, éste se mudaba, dejándolos en el ostracismo del abandono y sin un “te quiero” paterno.

     Hay una frase que lo caracteriza “Mi pluma lo mató”, pero que equivocado estaba, sus escritos no eran más que vanas letras que a lo único que invitaban era a dejar de leerlas. Roberto Andrade en su libro el 6 de agosto diserta lo siguiente “Cayó en mis manos “La Dictadura Perpetua” […] En esas palabras hay más literatura que verdad”. Cuando salió los panfletos de Montalvo, el plan de asesinato ya estaba concretado desde hace un año atrás, por lo tanto, no influyó en nada, Moncayo que con altivez tomaba sus decisiones, nunca se dejaría influenciar por simples folletos literarios de alguien que quería figurar desde la sombra.  Montalvo solo es un intruso de la historia, el cual vivía agraviando y agraviaba para vivir.

     En conclusión, tras los acápites aquí descritos, se enfrasca un pequeño resumen sobre los principales autores del magnicidio que se llevó a cabo el día 6 de Agosto de 1875; ya hace 145 años, donde el “libre”, creía que, acabando con el cuerpo, el ideal moría con él, que equivocados estaban, vosotros olvidáis que las últimas palabras de este gran gobernante fueron ¡DIOS NO MUERE!

Referencia:

Andrade, R. (1896). Seis de agosto (Primera ed.). oficina Tipográfica del Colegio Olmedo. http://repositorio.casadelacultura.gob.ec/handle/34000/722

Loor, W. (1966). García Moreno y sus Asesinos (Segunda edición ed., Vol. 1). Editorial Ecuatoriana.

Villegas, R. (1961). Vida de Abelardo Moncayo (Primera ed.). Casa de la Cultura Ecuatoriana.

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