Oración a María Santísima de El Buen Suceso
Hay momentos, Madre Mía, en que mi alma se siente en lo más profundo, tocada por una añoranza indecible. Añoro la época en que yo os amaba y vos me amabais en la atmósfera primaveral de mi vida espiritual. Tengo añoranza de Vos, Señora, y del paraíso que ponía en mí la gran comunicación que tenía con Vos.
¿No tenéis, también Vos, Señora, añoranza de ese tiempo? ¿No tenéis añoranza de la bondad que había en aquel hijo que fui?
Venid, pues, ¡oh, la mejor de todas las madres!, y, por amor a lo que florecía en mí, restauradme, recomponed en mí el amor a Vos, y haced de mí la plena realización de aquel hijo sin mancha que yo sería si no hubiera sido por tanta miseria.
Dadme, ¡oh, Madre!, un corazón arrepentido y humillado, y haced brillar nuevamente ante mis ojos aquello que, por el esplendor de Vuestra gracia, yo había comenzado a amar tanto y tanto…
Acordaos, Señora, de este David y de toda la dulzura que en él poníais. Así sea.
OCTAVO DÍA
Oración inicial para todos los días
¡Oh!, Santísima Virgen María, Reina y Madre de El Buen Suceso, que te dignaste manifestar a través de la Sierva de Dios, Madre Mariana de Jesús Torres, benemérita fundadora del Monasterio de La Inmaculada Concepción de Quito, la incomparable ternura de Vuestro Inmaculado Corazón, dejándonos maternales mensajes de salvación y regeneración. Confiados y agradecidos de las inagotables bondades de Vuestra Misericordia, venimos a Vuestras Plantas para rendiros el tributo de nuestro amor y veneración.
Haced que vuestras palabras nos otorguen orientación y seguridad en medio de la actual confusión de los espíritus, para convertirnos en hijos fieles de la Santa Iglesia, dignándote alcanzarnos Buenos Sucesos para salvación de nuestras almas y de Vuestro querido Ecuador. Así sea.
La Reina Destronada
Imaginemos una hermosa reina que, con delicadeza y bondad incomparables, gobierna pacíficamente su pueblo que se inclina encantado y reverente ante su cetro maternal.
Un día, impulsados por la miseria humana, súbditos suyos se rebelan en su contra, Invaden el palacio entre alaridos e improperios, llegando hasta la misma sala del trono, para destronar.
La Reina los aguarda de pie, majestuosa, luciendo su corona, su cetro y su manto real, Ella decide enfrentar al adversario que avanza amenazante y que entra derrumbando las puertas.
La sala está llena de vasallos fieles a la Reina, la cual espera que, al menos ese puñado de siervos lentes la defienda, pero ellos permanecen de brazos cruzados, unos por miedo, otros por cansancio.
El adversario se acerca y ata a la Reina con cuerdas, inmovilizándola, con el fin de arrastrarla.
La Reina, con la boca vendada, implora con la mirada a sus cortesanos que se levanten, que reaccionen, que protesten.
En el extremo de la maldad, uno de los bandidos arremete contra la infeliz soberana, queriendo derrumbar.
Tamaña infamia produce la indignación de algunos buenos, quienes por fin se levantan y proclaman: “Esto no! ¡Esto no lo permitiremos!”, y se lanzan en defensa de la Reina, quien es liberada.
Ella, agradecida con los vasallos fieles que la salvaron en la hora suprema del peligro, se extrema en prodigarles su afecto maternal y las recompensas más espléndidas, que ellos jamás soñaron.
Esta metáfora resume la actual situación del mundo con relación a María Santísima.
El mal ha inundado la tierra, y el culto y las expresiones de gloria que se le tributaban universalmente a María están reducidos a pequeños grupos aislados de fieles.
La Reina está siendo ultrajada ante la mirada impávida de la humanidad.
¡Levantémonos, nosotros sus hijos, defendámosla y proclamémosla Bienaventurada!
Pídase la gracia que desea alcanzar por la intercesión de la Sierva de Dios, Madre Mariana de Jesús Torres.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
V: Santísima Virgen del Buen Suceso.
R: Ruega por nosotros.
V: Sierva de Dios, Madre Mariana de Jesús Torres.
R: Ruega por nosotros.
MAGNÍFICAT
Proclama mi alma la grandeza del Señor, Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí. Su Nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con Su Brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de Su Misericordia, como lo había prometido a nuestros padres. en favor de Abraham y su descendencia para siempre.
Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén
Oración Final para todos los días
Oh, Señora del Buen Suceso, que con mirada de predilección consideráis al Ecuador! Atended a la tristeza de los días que atravesamos, caracterizados por la entera confusión de los espíritus. Nuestros corazones se vuelven hacia el Vuestro en la búsqueda de una luz, una ayuda, un aliento.
Que todos nos empeñemos más que nunca en invocaros como Madre de El Buen Suceso, con la esperanza de que así apresuréis para nosotros perturbados y confundidos, el Camino de Luz que nos conduce, en medio de las tinieblas, a Vuestro Divino y Adorado Hijo.
Así Sea.
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