Fundación del Real Monasterio de la Limpia e Inmaculada Concepción de Quito
El 13 de enero se conmemora la fundación del Monasterio de la Inmaculada Concepción de Quito, jardín escondido donde la Santísima Virgen de El Buen Suceso decidió confiar a la madre Mariana de Jesús Torres, sus mensajes de regeneración y salvación para sus hijos del Ecuador del siglo XX y XXI.
La Divina Providencia, quiso valerse de un pequeño grupo de religiosas para obrar uno de los mayores sucesos de la historia del Ecuador naciente. Partiendo estas esposas de Cristo del Reino de España, su patria y hogar, dejándolo todo y para siempre, se encaminaron en una épica aventura, llena de nuevos cristianos atrevimientos por la Gloria de Dios y María Santísima; tal como nos relata la pluma autorizada de Mons. Dr. Luis E. Cadena y Almeida:
Una Caravana de Milagros…
“Sin la gracia de un milagro, se torna imposible poder considerar la heroica decisión de un puñado de doncellas que apenas se frisaban en los 15 años de edad, excepción hecha de la Superiora y Comisionada Real que llegó a Quito cumplido los 33 pero sin experiencia de viaje algún. Y menos de una aventura tan grave como la de atravesar el gélido Atlántico en cascarones de cristal, con la muerte a medio paso de distancia, aterrante por el furor del oleaje en una procelosa navegación de días, semanas y meses agónicos, deshumanizados y desesperanzados batallares, hasta irrumpir abruptamente en las tranquilas aguas del Pacífico y descansar en los sarmentosos brazos del secular Puerto viejo, permanentemente receptor de parecidas coordenadas de visitantes esporádicos aventados por las ciclópeas brisas de la ciencia, del negocio o del fluir conquistador de los vikingos de la historia.
Y, como si esta hazaña fuera poca, después de un breve reposo en sus cálidas playas, emprender la fatigosa hercúlea y desproporcionada ascensión por las cumbres nevadas de los Andes, cara al sol, a las inclemencias de sus páramos, al peligro de sus fieras y alimañas, al destape vengativo de una raza de oprimidos, que fácilmente podía saldar venganzas por venganzas y sangre por sangre.
Pero la gracia del Milagro había invadido de valentía los corazones de esas gráciles palomas de los cielos; y la mano de Dios iba orillando los caminos de la quiténidad, trocando la flaqueza en fortaleza y haciendo de lo imposible humano senderos luminosos deífica posibilidad.
La iglesia nos enseña que el milagro es un hecho extraordinario en el que se conjugan el Querer y el Poder Divino interviniendo en la suspensión circunstancial de las leyes físicas para manifestar, ostensiblemente, que lo imposible humano es superado por lo posible Divino.
El milagro, así considerado, iba poniendo alas en la misma fragilidad femenina de esa caravana de ángeles humanos que, despegadas desde la Imperial España, llegaba a la embrionaria ciudad de Quito, suscitando el alborozo inusitado de sus gentes y el repiqueteo de sus campanarios provisionales o definitivos: la Catedral, San Blas, San Sebastián, San Francisco, La Merced, Santo Domingo, San Agustín y el Hospital.
El Quitó triste y opaco se engalana de fiesta. La Plaza Mayor se convierte en coso para la infatigable corrida de toros, donde éstos bufan, espantados o furiosos y el populacho enardecido de entusiasmo grita su repetido: ¡olé, olé!
El 30 de diciembre de 1576, la llegada a Quito de las monjas galicianas fundadoras del primer Monasterio femenino llamado de la Inmaculada Concepción, constituye todo un acontecimiento de la naciente nacionalidad ecuatoriana como un venturoso augurio de su mañana religioso y Mariano.
La Real Audiencia y el Cabildo anfitriones de la fiesta, se empeñan por colmar de atenciones y cuidados a las juveniles monjas llegadas de la Madre Patria y a las Nobles doncellas españolas o criollas que aspiran al monjío en un ambiente de piedad y virtud.
El 12 de enero de 1577 recogidas en la casa preparada para el Monasterio, puestas bajo la sombra augusta del Nombre de Jesús que celebra el calendario católico, emiten sus votos de pobreza, obediencia, castidad y perpetua clausura y holocaustan sus vidas al servicio del Señor y de sus ideales místicos.
Por fin el 13 de enero de ese mismo año de 1577, celebrada la Santa Misa en el primer patio de estas cuatro casas, el padre Antonio Jurado o.f.m, a quién se la habían entregado para la Fundación del Monasterio de Monjas Concepcionistas, recibe la obediencia de sus monjas y declara inaugurada la vida institucional de este primer monasterio femenino creado para la ininterrumpida alabanza Dios y de su Bendita Madre y para la formación cultural y cristiana de las hijas de españoles, criollos e indígenas quiteños, con proyección de coexistencia con los siglos venideros.
El demonio atenta contra la fundación
Pero antes de que las Madres españolas llegasen a estas tierras y que suceda todo lo arriba mencionado, cabe mencionar un hecho extraordinario:
El demonio, cruel perseguidor de las obras de Dios, no podía permanecer ajeno a tan grandes hechos, fuentes de gracias y salvación, para innúmeras almas a trasvés de los siglos; es así, que el padre del caos, armo sus argucias y ataques, interponiendo trabas e importunos desde el inicio.
El viaje por mar fue sorprendido por una tormenta terrible, que amenazaba naufragio. Estando en oración las Monjas sobre cubierta, Mariana Francisca (Madre Mariana de Jesús Torres) de pronto dio un grito y se desmayó. Su tía siguió orando, y al terminar la oración la niña abrió los ojos. En ese instante, ella oyó un grito espantoso: “¡No permitiré la fundación, no permitiré que progrese, no permitiré que se conserve hasta el fin de los tiempos, y en todo momento la perseguiré!”.
Más tarde, a solas Mariana Francisca le confió a su tía que, al desmayarse, había tenido la visión de una serpiente gigantesca, con lengua bífida. También había visto a una deslumbrante Mujer con un Niño en uno de sus brazos. En el pecho de la Mujer había una Custodia con el Santísimo Sacramento. En el otro brazo la Mujer tenía una Cruz dorada que terminaba en punta de lanza.
Ella había apoyado el extremo de la Cruz en el Santísimo Sacramento y en la mano del Niño, y con la Punta de lanza había golpeado la cabeza de la serpiente, despedazándola. Fue el momento del horrendo grito que ella escuchó.
Con el tiempo, la Madre María de Jesús Taboada (tía de la Madre Mariana) comprendió el significado de esta bíblica visión (Génesis 3:15, “Enemistad pondré entre ti y la Mujer, y entre tu linaje y Su Linaje: Ella te pisará la cabeza mientras acechas tú Su Talón”) y se adoptó como la Medalla que en el pecho llevan las Concepcionistas de Quito.
La batalla decisiva entra la Virgen y el demonio en nuestros días
¿Ante las diversas crisis que conmueven el mundo de hoy, que aplicaciones podemos obtener, de los hechos arriba mencionados?
Como pudimos ver grandes son los ataques que el demonio, el padre del caos y la mentira, realiza en contra de la causa de Dios, no obstante, más grande son las gracias obtenidas por Aquella que es Medianera Universal de todas Gracias, María Santísima, para aquella alma que siguiendo Su ejemplo, esta dispuesta a decir “fiat mihi secundum verbum tuum” ¡hágase en mí, según tu palabra!.
De esta manera podríamos aplicar las sabias palabras del Prof. Plinio Correa de Oliveira:
“Se puede preguntar de qué valor es ese dinamismo. Respondemos que, en tesis, es incalculable…: “Omnia possum in eo qui me confortat” ¡todo lo puede en aquel que me conforta!
Cuando los hombres resuelven cooperar con la gracia de Dios, entonces se operan las maravillas de la Historia: es la conversión del Imperio Romano, es la formación de la Edad Media, es la Reconquista de España a partir de Covadonga, son todos esos acontecimientos que se dan como fruto de las grandes resurrecciones de alma de que los pueblos son también susceptibles. Resurrecciones invencibles, porque no hay nada que derrote a un pueblo virtuoso y que verdaderamente ame a Dios”.
Referencias:
- La Mujer y Monja Extraordinaria Mariana Francisca de Jesús Torres. Mons. Dr. Luis E. Cadena y Almeida.
- La Vida de la Madre Mariana de Jesús Torres. Fray Manoel de Souza Pereira.
- Revolución y Contra Revolución. Prof. Plinio Correa de Oliveira.