
“Amemos al Sagrado Corazón de Jesús. Esforcémonos porque esa devoción triunfe auténticamente (no apenas a través de algunos simbolismos) en todos los hogares, en todos los ambientes y sobre todo en todos los corazones. Sólo así conseguiremos reformar al hombre contemporáneo”.
Estas magníficas palabras de un fervoroso devoto del Sagrado Corazón de Jesús, el Profesor Plinio Correa de Oliveira, nos servirán de un marco dorado para la transcripción de un hecho, que en la época en que llevó a cabo fue realmente inédito y que tuvo como centro a aquel “Corazón que tanto amó los hombres”. Se trata de la Consagración del Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús, hecha por el Presidente Don Gabriel García Moreno a finales del Siglo XIX. El sacerdote francés Alphonse Berthe, de la Congregación del Santísimo Redentor, describe de un modo sublime este hecho en su obra “García Moreno, Presidente del Ecuador, Vengador y Mártir del Derecho Cristiano, escrita originalmente en francés y traducida al castellano por Francisco Navarro Villoslada. A continuación un extracto del mismo:
Estas magníficas palabras de un fervoroso devoto del Sagrado Corazón de Jesús, el Profesor Plinio Correa de Oliveira, nos servirán de un marco dorado para la transcripción de un hecho, que en la época en que llevó a cabo fue realmente inédito y que tuvo como centro a aquel “Corazón que tanto amó los hombres”. Se trata de la Consagración del Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús, hecha por el Presidente Don Gabriel García Moreno a finales del Siglo XIX. El sacerdote francés Alphonse Berthe, de la Congregación del Santísimo Redentor, describe de un modo sublime este hecho en su obra “García Moreno, Presidente del Ecuador, Vengador y Mártir del Derecho Cristiano, escrita originalmente en francés y traducida al castellano por Francisco Navarro Villoslada. A continuación un extracto del mismo:

«Gracias a la piedad del hombre que rige sus destinos, – decía aquel amigo -, el Ecuador forma una honrosa excepción en medio de tantos pueblos que perecen de naturalismo; pero este hombre es mortal, un asesino puede clavarle un día el puñal, y entonces ¿quién sostendrá los derechos de Dios? ¿Quién le impedirá caer en las horribles fauces de la fiera? Dejadnos bajo la protección del Corazón de Jesús; constituidla fiesta nacional, y las salvas que saluden anualmente su aurora, ensordecerán los gritos de la impiedad.»
El presidente respondió que su obligación era conservar el depósito de la fe en su país, aunque fuese con el precio de su propia vida; por consiguiente, que no retrocedería ante ninguna consideración par a obtener ese resultado; pero, para ofrecer y consagrar el Ecuador al Dios de toda santidad ¿se había moralizado bastante el pueblo, purificado el hogar doméstico, restaurado la justicia, llevado la paz a las familias, la concordia a los ciudadanos y el fervor al templo? El Ecuador tiene fe; pero es preciso lanzar a todas partes, aun a los parajes más recónditos, cincuenta misioneros de ardiente celo, que conviertan a los pecadores y laven las almas en la sangre divina; entonces, añadió, presentaríamos al Sagrado Corazón una ofrenda menos indigna.
«La perfección, replicó el amigo interlocutor, se adquiere con el auxilio de la gracia, y Dios recompensaría con la de su predilección a un pueblo que diese al mundo testimonio tan solemne de su fe, en reparación de la apostasía general de los gobiernos».
García Moreno convino en ello con toda su alma; pero observó que antes de proceder a un acto de esta naturaleza, debía consultar a los Prelados y a las personas piadosas. «Soy un hijo de la Iglesia, y debo someterme á su divino magisterio; respeto también profundamente a las almas piadosas, cuyo juicio es tanto más seguro, cuanto más se aproximan a Dios en la oración».

El tercer concilio de Quito coincidía con la reunión del congreso. El presidente manifestó a los Obispos reunidos, el proyecto que había formado de consagrar el Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús, proyecto que los prelados acogieron con entusiasmo, y transformaron, a invitación de García Moreno, en decreto conciliar. Este decreto, dado el 13 de abril de 1873, dice «que el mayor bien de un pueblo es conservar intacta la fe católica; que este bien no depende de nuestros méritos, sino de la misericordia de Dios, y que la nación lo obtendrá si se arroja con humildad en el Corazón de Jesús. Por consecuencia, el concilio de Quito ofrece y consagra solemnemente la República al Sagrado Corazón, suplicándole que sea su protector, su guía y su defensor, a fin de que nunca se separe de la fe católica, apostólica, romana, y que los habitantes del Ecuador, conformen su vida, con esta fe y en ella encuentren su felicidad en el tiempo y la eternidad».
«Considerando que el tercer concilio de Quito, por un decreto especial ha consagrado la República del Ecuador al Sacratísimo Corazón de Jesús y la ha puesto bajo su protección y salvaguardia; que pertenece al poder legislativo cooperar en nombre de la Nación con un acto tan conforme a los sentimientos eminentes del catolicismo, y que es también el medio más eficaz de conservar la fe y obtener el progreso y bienestar del Estado, decretan: la República del Ecuador está consagrada al Sacratísimo Corazón de Jesús que ha sido proclamado su Patrón y protector. Se declara fiesta nacional de primer a clase la del Santísimo Corazón de Jesús. Esta fiesta se celebrará en todas las Iglesias catedrales de la república por los prelados diocesanos con la mayor pompa posible. Se erigirá en todas las catedrales un altar dedicado al Corazón de Jesús, y con esta intención el gobierno excitará el celo y piedad de los Obispos. En el frontal de cada uno de los altares mencionados… se colocará a costa del Estado, una lápida de mármol sobre la cual se inscribirá el presente decreto».
El congreso dio una prueba de la gran fé que a todos sus individuos animaba, votando este acto por unanimidad y sin discusión.


Bajo la impresión del entusiasmo excitado por esta gran demostración de la fe, algunos miembros del congreso concibieron la idea de elevar en la capital un templo al Sagrado Corazón, a fin de dejar a la posteridad un recuerdo más monumental que una lápida de mármol. Otros fueron de contrarío parecer, alegando razones de economía y el peligro de eclipsar demasiado por estas magnificencias al culto a Nuestra Señora de las Mercedes, patrona de la república. Se llevó la cuestión al tribunal de García Moreno, quien se pronunció como siempre, por el proyecto favorable al honor de Jesucristo. «¿Con que quiere V. E. destituir a Nuestra Señora de las Mercedes?» le dijo uno de sus ministros. — «¿Se imagina Usted que tenga celos de su Hijo?», replicó el presidente. Sin embargo, el congreso se hizo atrás en la erección de un templo al Sagrado Corazón. Fue menester diez años de nuevas luchas y de nuevas victorias, para que otro congreso, por voto unánime, se decidiese a glorificar la idea de García Moreno.
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Texto original de la consagración del Ecuador
al Sagrado Corazón de Jesús
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