El Detente, o Escudo del Sagrado Corazón de Jesús, es un emblema que lleva la imagen del Sagrado Corazón y su divisa: ¡Detente! El Corazón de Jesús está conmigo. ¡Venga a nosotros Tu Reino! El uso del Detente es un medio de expresar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús; señal de nuestra confianza en su protección contra las celadas del demonio, pandemias, pestes y sobre todo el mayor virus que quiere matar nuestra Fe, el virus de la ideologia comunista y atea.

Su aparición proviene de Santa Margarita María Alacoque, como lo atestigua una carta dirigida por ella a la Madre Saumaise el 2 de Marzo de 1686 en la que le dice: “Jesús desea que usted mande a hacer unas placas de cobre con la imagen de su Sagrado Corazón para que todos aquellos que quisieran ofrecerle un homenaje las pongan en sus casas, y unas pequeñas para llevarlas puestas.” Ella misma llevaba una sobre su pecho, debajo del hábito e invitaba a sus novicias a hacer lo mismo.
Hizo muchas de estas imágenes y recomendaba que su uso era muy agradable al Sagrado Corazón. Pero fue precisamente la Venerable Ana Magdalena Rémuzat, quien le dio la forma definitiva y fue la que se encargo de difundir esta devoción. Pues esta práctica recomendada por Santa Margarita, al principio sólo fue conocida en las comunidades de la Visitación. Pero la Venerable Ana Magdalena Rémuzat, Salesa de Marsella, fue quien lo hizo conocer fuera del claustro.
A la Hermana Ana Magdalena Remuzat Nuestro Señor le hizo saber anticipadamente el daño que causaría una grave epidemia (la peste bubónica) en la ciudad francesa de Marsella, en 1720, así como el maravilloso auxilio que los marselleses recibirían con la devoción a su Sagrado Corazón.
La peste bubónica o peste negra traía una serie de síntomas, tales como; Resfriado, sensación general de malestar, Fiebre (39 °C; 102 °F), Calambres musculares, Inflamación de los ganglios linfáticos, principalmente los situados en ingles, axilas y cuello. El dolor puede ocurrir antes de que la hinchazón aparezca. Se empiezan a gangrenar las extremidades como los dedos de los pies, manos, los labios y la punta de la nariz.
Esta terrible enfermedad se propagó en Asia, Europa, y África en el siglo XIV y que mató a unas 100 millones de personas, es decir entre el 25 % y el 60 % de la población europea.

La Madre Rémuzat hizo, con la ayuda de sus hermanas, millares de estos Escudos del Sagrado Corazón y los repartió por toda la ciudad de Marsella en donde se propagaba la peste.
La historia registra que, poco después, la epidemia cesó como por milagro. No contagió a muchos de aquellos que llevaban el Escudo, y las personas contagiadas tuvieron un extraordinario auxilio con esta devoción. En otras localidades sucedieron hechos análogos. A partir de entonces, la costumbre se extendió por otras ciudades y países.
El Ecuador fue el primer país en ser Consagrado al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, y el nexo que guarda nuestra nación con la devoción a los Corazones que arden de amor por el mundo entero, es tan cercana, que Nuestro Señor y su Madre Satísima, quisieron constituirnos sus hijos primogénitos, sus hijos predilectos, sus hijos siempre amados, que reconocieron comonación y lo aceptaron por medio de sus autoridades civiles y eclesiásticas, el «Reinado de Nuestro Señor Jesucristo y de María Santísima» sobre las almas y la porción de tierra que hoy constituye el Ecuador Católico.
Siendo de esta manera, Nuestro Señor y su Madre Santísima no pueden permanecer ajenos a las necesidades que hoy sus hijos del Ecuador padecen… pues juntemos nuestras manos en oración para atraer su misericordia, que el clamor de nuestras oraciones conmueva a aquellos Sagrados Corazones y que la fuerza de nuestra penitencia voluntaria con verdadero arrepentimiento compren del cielo las gracias necesarias para Nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Virgen salven al Ecuador y al mundo entero.
Con el Santo Rosario en la mano y el nombre de Jesús y de María en la boca, combatamos el Covid-19.
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¡Detente Coronavirus el Sagrado Corazón de Jesús esta conmigo!
¡Nuestra Señora de El Buen Suceso!
¡Salvad el Ecuador Católico!