La profetiza de los siglos XX y XXI: Madre Mariana de Jesús Torres

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Conmemoración por los 389 años de fallecimiento 

Alma privilegiada que se dedico especialmente a amar a Dios y a expiar por los pecados del Ecuador

La Madre Mariana de Jesús Torres, una de las fundadoras del Monasterio Real de La Inmaculada Concepción de Quito, fue una gran mística que abrazó el estado de perfección evangélica según las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, llevándolo al grado de heroísmo.

Dios la escogió para ser depositaria de una serie de revelaciones con respecto al siglo en que vivió y también a los siglos futuros y a su vez a ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo como víctima expiatoria por los pecados de la humanidad impenitente.

Nacida en España, en la Provincia de Vizcaya, en el año del señor de 1593, Mariana sintió desde edad muy temprana la vocación religiosa. Su vida, a partir de los 13 años de edad, fue una continua comunicación con lo sobre natural.  Fue así que, con el permiso del Rey Felipe II, dejó su país, acompañando a su tía, Madre María de Jesús Taboada prima del propio Rey, y a otras religiosas, rumbo a Quito, con el fin de establecer el primer monasterio en las Américas en honor de La Inmaculada Concepción.

El día 13 de enero de 1577 se fundó el Real Monasterio de la Limpia e Inmaculada Concepción de Quito, primer convento de monjas de clausura en el Ecuador y primero de las Conceptas en América Latina. La niña Mariana Torres no profesó en dicha ceremonia los votos pues tan sólo tenia 13 años, lo haría dos años más tarde, a los 15 años, recibiendo el nombre de Mariana de Jesús.

En este bendito recinto transcurriría, durante los cincuenta y ocho años subsiguientes, el largo Vía Crucis de esta gran religiosa, formada bajo la sombra de la Cruz y transformada en victima expiatoria de la justicia divina.

La vida de la madre Mariana estuvo llena de grandes sufrimientos y penitencias, pero a su vez de muchas consolaciones Divinas que la ayudan a sustentarse y entregarse aún más a su esposo místico Nuestro Señor Jesucristo.

Es así como El mismo la escogería para ser portadora de los mensajes y profecías de su Santísima Madre en su Advocación de El Buen Suceso, consoladora invocación que sería “la sustentación y salvaguarda de la Fe ante la total corrupción de los siglos XX y XXI”.

Entre los puntos más relevantes de la historia de esta heroica religiosa resaltan también hechos extraordinarios que nos demuestran la vida de santidad que llevaba, como sus tres muertes y dos resurrecciones, los cinco años en el infierno en vida que tuvo que padecer para salvar el alma de su mayor perseguidora dentro del convento llamada en las revelaciones como “la Capitana”, la “agüita de anís del país” que realizaba con su propias manos y que repartía los enfermos de cuerpo y de alma, los cuales si la tomaban con Fe quedaban curados de todas sus dolencias y enfermedades y su milagro más actual y que aún perdura en el convento de la Inmaculado Concepción, su cuerpo incorrupto que reposa en una hermosa urna para la veneración de los fieles.

Milagros extraordinario que nos hablan de una realidad que muchas veces pasa desapercibida por todo el frenesí en el que se desarrolla la vida cotidiana del hombre moderno, que habla directamente al alma y la saca del materialismo práctico en el que están imbuidas las mentalidades, y la eleva a la finalidad ultima para la cual ser humano fue creado: conocer, amar y servir a Dios en esta Tierra y darle gloria por toda la eternidad. De tener certeza absoluta de que estamos en un valle de lágrimas y que nuestra meta fina es el cielo y para alcanzarlo tenemos que hacer nuestras las palabras de San Pablo: “Combatí el buen combate, he concluido la carrera, he guardado la fe. Nada me resta sino aguardar la corona de justicia que me está reservada, y que me dará el Señor en aquel día, como justo Juez” (2 Tim. 4, 7-8).

Es así como se delinea el grande ideal de la vida del cristiano: alcanzar la Santidad. Pidamos pues a la Madre Mariana de Jesús Torres hoy especialmente al conmemorarse 385 años de su partida hacia el cielo, nos consiga la gracia por su intersección ante aquella que es Madre de Misericordia alcanzar la santidad en la tierra y gozar de las bienaventuranzas eternas.

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